sábado, 16 de diciembre de 2006

TESOROS


He pagado mi compra en el supermercado con tarjeta de crédito, la cajera me ha pedido identificación y feliz le enseñé el documento recientemente renovado para que hiciera su precisa comprobación, todo en orden.

Mientras se realizaba la conexión y surgía la química de las máquinas, pensaba que es de las relaciones más dolorosas en desgaste, vampírica, la del Banco con el Cliente, te descuenta números …hasta hacerlos rojos

Fui metiendo en bolsas con tendencia a la desaparición, por su extremada delgadez en plástico, todos los productos que querían escapar de mis manos para volver a sus repisas de exposición, mira que es exhibicionista la lata de alcachofas, no huyáis, sois mías… corazones despeinados.

La cajera aprovechó para sacar de un cajón un artilugio un tanto extraño, una cápsula donde fue embarcando todos los billetes de euro que dormían plácidos en su cuadro de operación y mando, por lo visto, una vez repleta es colocada en un lugar vertical donde es absorbida hasta el infinito, custodiada en cristal, hasta una caja fuerte de alta seguridad, que modernidades siderales…Pero esta vez algo interrumpió el proceso, cuando se disponía a darme el recibo, con la otra mano sostenía la Cápsula Cash preparada para su viaje, aún en caja otros billetes vivieron overbooking, resignándose al siguiente embarque, se le revolucionaba el efectivo y decidió dejar la caja abierta, yo firmando y a mi lado un personaje del mal allá, apareció por arte de magia. Me empujo a la izquierda, la cajera con su cintura de práctica de hulahop dio directa al cierre de la caja con su cadera, pero el no-invitado a escena, furioso le arrebató la cápsula huyendo despavorido con las miradas perplejas de los que nos encontrábamos allí, repletos de objetos en manos, nadie pudo agarrarle, con el susto en el cuerpo le imaginaba saltando al coche con puerta abierta justo frente a la puerta del supermercado, lo tendría todo preparado, esos hechos nunca son fortuitos, sí para nosotros que no sabemos de qué va el ritmo del infortunio.

Pidió ayuda por megafonía, cuando estuvo rodeada de altos cargos, apreté bien mis pequeños tesoros en bolsas y bolso, dando gracias a las estrellas de que no me hubiera pegado un tiro en la cabeza. Aunque habría salido viruta, esa con la que se transportan reliquias de otros tiempos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí también me ha intrigado siempre ese conducto en el que las cajeras de hipermercado introducen el supositorio con el dinero. ¿Hasta dónde conduce? ¿Directamente a las arcas del Tío Gilito?


pazzos

Anónimo dijo...

¿Es real el suceso,Sofia?
Pues vaya,uno se debe quedar pasmado...
Luego llegan esas reflexiones en donde asumimos el peligro pasado...
Nunca sabemos ,en el fondo,dónde y cuándo nos puede tocar...
Me alegro de que lo cuentes,claro...
Un beso...

Anónimo dijo...

Y a toro pasado... no habrás de quejarte... la monotonía de la compra, con aventura incluida para a contar a los nietos de regalo... ¿la oferta del mes???

Confío que nunca más suceda, por el bien de los corazones ajenos a dejarse inundar por la adrelanina ya aletargada o lo que es peor, por los de esos niños que ya bastante ven a diario como para que piensen que "es lo más normal del mundo"...

Un saludo